En la escuela aprendí que los números primos eran número enteros, mayores a uno, que son divisibles únicamente por sí mismos y por la unidad. Siempre me parecieron fascinantes, justamente por esa característica de austera divisibilidad.
Creo que algunas personas son un poco así: pueden multiplicarse, es decir hacer muchas cosas y tener éxitos en muchos terrenos, pero no se dividen en pedacitos, no tienen muchas caras; se mantienen enteras, de una sola pieza, por decirlo así. Y mi mamá es uno de esos seres.
Así que cuando pensé en escribir las razones por las que amo a mi mamá, me pareció una buena idea hacer una lista que culminara en un número primo, digamos menor a 100, no porque no haya más motivos, sino para obligarme a no divagar innecesariamente.
Los números primos menores que cien, son:
2, 3, 5, 7, 11, 13, 17, 19, 23, 29, 31, 37, 41, 43, 47, 53, 59, 61, 67, 71, 73, 79, 83, 89 y 97.
He aquí las principales razones por las que te amo, mamá.
- Porque no sólo me diste la vida; te diste en cuerpo y alma para mí y mis hermanos.
- Porque me enseñaste todas las cosas esenciales de la vida: desde “por favor” y “gracias” hasta el honor que hay en cumplir la palabra empeñada.
- Porque eres el fiel de la balanza familiar.
- Porque eres una esposa ejemplar.
- Por todas tus facetas, además de las de madre.
- Por tu generosidad al ponernos a nosotros tantas veces por delante.
- Por darme a leer a Simon de Beauvoir y Borges.
- Por alentar en mí siempre los sueños más hermoso, y hacerme creer que no hay imposibles.
- Por frenar, con firmeza, algunos de mis arrebatos adolescentes.
- Por ser mi cómplice en tantas cosas.
- Por tu mente, tan confiable al analizar todo y dar consejos, sobre todo cuando te cuento mis dudas existenciales.
- Por ser tan entusiasta y trabajadora con todo lo que te comprometes.
- Por enjugar mis lágrimas.
- Por tu gran cultura general, y por cultivarla en todos nosotros, de una manera suave y divertida, sin imposiciones odiosas.
- Por estar siempre abierta a nuevas ideas.
- Por no obligarme a cocinar o bordar “sólo porque era la niña” (aunque sin darme cuenta todo te lo aprendí).
- Por tener siempre fe en mí.
- Por ser siempre generosa, y no sólo con tu dinero, también con tu tiempo y tu trabajo.
- Por que tu ejemplo me alienta a ser mejor madre cada vez.
- Por tener siempre una palabra de aliento.
- Por estar siempre dispuesta y disponible.
- Por educar mi paladar.
- Por llevarme a conocer París y x esa semana que pasamos juntas cuando viví allí.
- Por enseñarme a ser agradecida con la vida.
- Por amarme antes que juzgarme.
- Porque luchaste por mí siempre que te necesité, y aun cuando no sabía que lo necesitaba.
- Por no enseñarnos el valor de las cosas ganadas con esfuerzo.
- Por tener siempre algo rico que preparar para endulzarnos la vida.
- Por tus manos, creadoras de miles y miles de alegrías y detalles para tanta gente.
- Por enseñarme, sin darme cuenta, el oficio de dirigir una casa.
- Por tu cocina, que nos ha brindado miles de ocasiones deliciosas alrededor de la mesa.
- Porque eres amorosa, pero sin empalagar.
- Porque me abriste el mundo, a través de los libros y de los viajes.
- Por tu destreza en vivir la cotidianeidad con alegría, a pesar de los obstáculos.
- Por tener convicciones firmes y claridad de ideas, aun en los momentos dolorosos de la vida.
- Porque velaste por mi autoestima, como esa vez en el kínder en que, por no ser güerita, no me eligieron para ser una de las princesas de la primavera, y tú lograste que la celebración incluyera Don Benito Juárez y yo fuera Margarita Maza.
- Por apoyarme cuando quise viajar en vez de tener fiesta de 15 años.
- Por hacerme sentir siempre orgullosa de ser tu hija.
- Por enseñarme a ser una mujer fuerte.
- Por enseñarme a no tener miedo de sobresalir.
- Por esos viajes que hacíamos juntas tú y yo, cuando era adolescente, y x ese viaje a Venecia, Budapest y Praga que hicimos juntas cuando yo ya era una mujer.
- Porque me enseñaste el valor de la femineidad.
- Porque me inculcaste el valor de saber halagar y mostrar tu afecto con detalles.
- Porque me enseñaste a poner una mesa bonita y bien servida.
- Por tu piel, tan suave para acariciar.
- Por ser siempre una mujer congruente, que nunca cayó perdió el piso en la época de vacas gordas y nunca decayó en la de vacas flacas.
- Por enseñarme a amar la poesía.
- Por mostrar interés genuino en todo lo que hago.
- Por tu respeto a mi privacidad y forma de pensar.
- Por ser una mujer con la sabiduría del siglo XIX, la fortaleza del siglo XX y la visión del siglo XXI.
- Por enseñarme a amar más a Oaxaca a través de sus tradiciones y su gastronomía.
- Por ser una hermosa e involucrada abuela de mi Mateo.
- Porque aunque tenga 40 años, sigo necesitando de tus consejos y tu cariño.
2 comentarios:
Ana, has dado un homenaje hermoso a tu madre. Estoy seguro que ella está muy orgullosa de tus logros.
yo lloro1 qué cosas tan lindas, Ana! esto me motiva como madre, para que mi N me diga auqneu sea la 3a. parte de lo que le dices a AMG, un beso para las dos, sobre todo, proque recuerdo perfecto a Margarita Maza en el kinder!
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